Cuando oímos hablar del Déficit de Atención con Hiperactividad (DAH por sus iniciales) lo primero que viene a nuestra mente es un niño que anda de “arriba para abajo”, que no se queda quieto, interrumpe a los adultos cuando están hablando, o que con sólo quitarles la mirada un segundo ya hizo y deshicieron cuantas cosas nos podemos imaginar. Y, aunque pensamos que ésta es una enfermedad exclusiva de niños, ya que es en quienes se presenta desde edades muy tempranas (a veces antes de los 7 años), lo cierto es que una persona con DAH puede llegar a la vida adulta con los mismos rasgos de inatención que de niños si no se le da un tratamiento adecuado.

En el caso de México no hay estadísticas exactas, y se piensa que el DAH es uno de los problemas más comunes en la infancia que según investigaciones uno de cada veinte niños en la escuela lo presentan, y el principal problema que conlleva es la presencia de inatención e impulsividad, lo que hace que no puedan relacionarse eficazmente con su familia y otras personas en la escuela o el trabajo. Se ha conocido con nombres como Trastorno Hiperquinético, Disfunción Cerebral Mínima (era tan «mínima» que no se podía encontrar en el cerebro) o Retraso Cerebral Leve por una razón, algo pasa en el cerebro que impide poner atención a las tareas cotidianas o permanecer quietos en un momento dado, y hasta hace poco no comprendíamos. Hoy gracias a los avances en la investigación científica y los aparatos para ver la mente como los de imagen cerebral, ya conocemos muchos de los fenómenos que ocurren en nuestras neuronas, las unidades con las que trabaja nuestro cerebro, y cuya actividad es la responsable de toda conducta.

Cuando el cerebro se tropieza. Nuestro cerebro, que dicho sea de paso contiene una gran cantidad de estructuras, está conformado por neuronas que se encargan de “hablar” por medio de sustancias químicas llamadas neurotransmisores haciendo sinapsis para comunicarse tejiendo redes complicadísimas, que todavía no conocemos por completo. Varios estudios nos han enseñado algunas de las estructuras y funciones del cerebro en una persona con DAH, así sabemos que:

  • El cerebro no filtra correctamente las entradas sensoriales (como la visión, el oído y el tacto) y la información de estos sentidos se mezclan.
  • Tampoco es capaz de bloquear los impulsos motores para responder a estas entradas sensoriales, por ejemplo, voltear a ver algún objeto que hace un ruido.
  • Y, al mismo tiempo el cerebro no se retroalimenta de sus errores y no se anticipa al resultado de lo que sucede a nuestro alrededor.

¿Por qué pasa esto? Se ha encontrado que la habilidad del lóbulo prefrontal, el vermis del cerebelo y los ganglios basales (como el núcleo caudado y el globo pálido), no son capaces de responder correctamente cuando se tiene DAH. Aún no se sabe el por qué, pero se piensa que puede estar relacionado con mutaciones en varios genes que normalmente son muy activos en estas estructuras cerebrales, por ejemplo, alteraciones en los genes que codifican el receptor de la Dopamina (llamado DAD4), involucrados con el transporte y reciclado de ese neurotransmisor y que sirven para eliminar el exceso de dopamina en la sinapsis. Al parecer, lo que pasa en la sinapsis de las personas con DAH es que hay poca dopamina y ésta permanece poco tiempo en los receptores y eso provoca los síntomas. También se encontró una relación con una enfermedad llamada resistencia generalizada a la hormona tiroidea; característica que 3 de cada 5 personas que tienen este trastorno tiroideo padecen también de DAH, pero este padecimiento es muy raro. Sin embargo, la hormona tiroidea es muy importante en el desarrollo cerebral, y está involucrada con síntomas de hiperactividad, pero no de inatención.

Lo anterior nos lleva a considerar al factor hereditario del DAH. Investigaciones muestran que los hijos con padres o familiares con DAH tienen hasta 5 veces más probabilidad de padecerla, y además se puede presentar con depresión o problemas de conducta. Además, un niño tiene 80% de probabilidad de padecerla si tiene un hermano con DAH.

Qué hay más allá. Según especialistas, la mayor parte de los problemas de olvidos no son por una mala memoria, sino que no ponemos atención en lo que hacemos, y esto es muy común. La atención es un proceso necesario para poder realizar actividades como memorizar, comunicarnos y resolver problemas. Las deficiencias en la atención son responsables de un 50% de los problemas de memoria. Atender o prestar atención implica estar despierto, vigilante y tener la capacidad de percibir estímulos relevantes y desechar la información insignificante. La atención es la capacidad para captar estímulos específicos bloqueando otros eventos externos o internos simultáneamente. Es diferente a estar alerta, que es un estado más básico de activación, donde las personas podemos responder a cualquier evento en nuestro entorno.

El problema más importante en las personas con DAH es el de la inatención y se puede ver incrementado con la hiperactividad o la impulsividad. Cabe hacer notar que, sólo un especialista como un médico o un psicólogo debe hacer el diagnóstico del DAH si el síndrome está interfiriendo visiblemente con el desarrollo social, académico, ocupacional o recreativo de la persona. El DAH se convierte en un verdadero problema de salud pública cuando incapacita a las personas para desarrollar correctamente sus tareas, trabajos o relaciones sociales, esto porque hay varias funciones mentales que se ven impedidas en las personas con DAH, y a través de una buena evaluación se puede conocer su estado actual.

Y después ¿Qué? Una vez que se ha establecido correctamente el diagnóstico bajo los parámetros de los que ya hablamos, entonces se debe de formular un tratamiento adecuado. Cada persona es diferente y, por lo tanto, cada tratamiento debe ser formulado de acuerdo con el diagnóstico. Si bien, el DAH requiere de un tratamiento que abarque los aspectos médicos, psicológicos, educativos y sociales, en México, el tratamiento se centra en medicamentos como el Clorhidrato de Metilfenidato que se clasifica como un estimulante y es un derivado de una sustancia llamada piperidina similar a las anfetaminas pero que no tiene los efectos de ellas, que por muchos años sirvieron para bajar de peso por sus efectos para quitar el hambre, y que en las últimas décadas su abuso se convirtió en un problema por su alto poder adictivo. Cabe resaltar que no tiene el mismo poder adictivo que las anfetaminas, y sólo se presenta esto si la persona ha sido adicta a otras sustancias psicoactivas (es decir, las drogas psicoactivas que comúnmente conocemos), y eso no en todos los casos. Sólo su abuso crónico genera tolerancia (la necesidad de subir la dosis) y síndrome de abstinencia (una serie de manifestaciones crónicas como convulsiones o tics nerviosos). Parecería contradictorio administrar un estimulante, a una persona que de antemano está “estimulada”, pero esta sustancia trabaja de dos maneras en el cerebro: primero “estimula” la producción de dopamina y, segundo, hace que este neurotransmisor permanezca más tiempo en la sinapsis, prolongando su efecto.

Esto último se conoce técnicamente como bloqueo de la recaptura de dopamina. Es por ello, que las personas con DAH mejoran su atención y otros síntomas como la hiperactividad y la impulsividad, incluyendo a niños, en quienes se ha demostrado que es un fármaco muy seguro para su administración, aunque no se recomienda a menores de 6 años. El consumo de esta sustancia debe ser vigilado por un médico ya que tiene algunas contraindicaciones como en estados de ansiedad o problemas cardiacos, y reacciones secundarias, por ejemplo, nerviosismo e insomnio. Es recomendable interrumpir periódicamente su administración para determinar el estado del niño. Es posible prolongar la mejora retirando temporal o permanentemente la administración de este fármaco. También cabe resaltar que el tratamiento no debe ser indefinido ni necesita serlo y generalmente se suspende durante la pubertad o después. Pero seamos sinceros, entre el 20% y el 30% de las personas con DAH tratadas con Clorhidrato de Metilfenidato no responden al tratamiento.

Entonces, ¿Qué hacer? Recuerde: un correcto tratamiento debe incluir aspectos no sólo médicos, sino también psicológicos, educativos y sociales. Hay varios tipos de terapias que pueden promover beneficios para la persona con DAH y también a su familia, escuela o trabajo. Algo de lo que se habla poco es de las implicaciones que tienen estos aspectos cerebrales y la conducta que emana de ella. Las habilidades de pensamiento y de conducta están relacionadas con los lóbulos frontales y se les conoce como “funciones ejecutivas”. Planear, esperar, elegir son ejemplos de ellas y precisamente surgen los problemas cuando las personas con DAH necesitan hacer uso de ellas. El DAH se manifiesta cuando vamos haciendo más demandas de estas funciones ejecutivas, y debemos saber que, entre más crecemos, más vamos requiriendo de ellas.

Los trastornos de la atención se generan desde la infancia y el problema es una falta de autocontrol, que es una incapacidad para inhibir o retrasar las respuestas motoras y emocionales a una situación y es de suma importancia para lograr éxito en una tarea. En las etapas tempranas del desarrollo, las funciones ejecutivas se llevan a cabo externamente: los niños hablan para recordar una tarea o resolver un problema; y mientras van creciendo, esas capacidades se van interiorizando, haciéndose privadas. Los niños con DAH, al parecer, carecen de las restricciones necesarias para no hacer públicas sus funciones ejecutivas.

¿Qué hacer para convivir en paz con alguien con DAH?

  • Recuerde: Una persona, niño o adulto con DAH no es así por gusto. Reñir constantemente sólo empeorará las cosas y puede dejar una huella en su carácter de por vida.
  • No se le debe de calificar de “malo”, “inútil”, “torpe”, “tonto” … Se deben de potenciar sus cualidades, porque, aunque sea distraído o impulsivo, tiene otras habilidades muy valiosas y debe de comunicarle que lo sabe para que se sienta bien.
  • Tampoco los limitemos: Él también tiene la capacidad de aprender y debe de saber que hay límites que tiene que conocer y respetar.
  • Debemos evitar enojos duraderos: si todos los días le recuerda lo que hizo la semana pasada, probablemente él no lo recuerde y creerá que ya no lo estimas.
  • Aprendamos a separar la persona de la falta: esto significa que lo que le molesta no es él, sino que se haya levantado 20 veces de la mesa o que le pegue a su hermano.
  • No se olvide de tenerle cariño: Esto lo hará sentirse seguro y le ayudará a interiorizar mejor los errores que ha tenido para que no los repita en el futuro.
  • Estos mismos puntos de los que hemos hablado aquí los debe de tomar en cuenta el profesor dentro del salón de clase. Si un maestro no le tiene la paciencia necesaria a un niño con DAH, éste responderá con conductas cada vez más problemáticas, lo cual no beneficia ni para la disciplina del niño, ni el trabajo académico del profesor y del grupo. Tampoco se le debe de excluir de otras actividades, sino hacer un trabajo de integración con grupos de trabajo para que interiorice pautas y límites sociales, y así, pueda relacionarse efectivamente.

Todo esto sólo es solo una parte de lo que se refiere al DAH. Recuerde que la mejor ayuda que puede obtener es la de un especialista, ya sea psicólogo o médico, u otras personas que pasan por las mismas dificultades, pero siempre con información veraz. Recuerde que hay más de una alternativa para tratar el DAH, y para que tenga una verdadera efectividad debe de contemplar el aspecto biológico, psicológico y social, ya que son los tres aspectos con los cuales está conformada nuestra naturaleza humana.