Para sentirnos bien, necesitamos hacer asociaciones con las experiencias de nuestra vida, aun desde muy pequeños; diferentes investigaciones han demostrado que hasta las experiencias en el seno materno moldean gran parte de lo que sentiremos el resto de nuestra vida.

En este sentido un descubrimiento sin precedentes fue el del Dr. Mark S. Ansorge junto con otros colaboradores que reportaron en el 2004 un hallazgo interesante para el bienestar emocional. Una sustancia importante en nuestro cerebro que nos permite estar equilibrados es la serotonina que en gran medida sirve como una especie de freno modulando nuestras emociones particularmente en la región frontal de nuestro cerebro, esta sustancia nos permite tener una estabilidad emocional y en gran medida sentirnos bien. Estos investigadores encontraron que la reducción de una sustancia llamada transportador de serotonina estaba asociada con síntomas anormales como la ansiedad en el humano y otras especies animales, pero eso no es todo, también descubrieron que este transportador de serotonina se desarrolla particularmente en los dos primeros años de vida y su producción se debe en gran medida a la estimulación emocional que un bebé puede recibir, principalmente de sus padres. Estos hallazgos por primera vez indican que la maduración adecuada de este sistema puede prevenir trastornos psiquiátricos hasta 20 a 40 años más delante en la vida de las personas.

Es decir, el bienestar emocional no sólo depende de un momento de nuestra vida, sino que todo se va construyendo desde la infancia en base a las relaciones afectivas que vamos teniendo con las demás personas, en particular nuestra familia. Otras sustancias cerebrales también tienen otros efectos, por ejemplo, un neurotransmisor llamado noradrenalina. Se ha observado en experimentos que cuando un animal puede controlar una situación problemática suben sus niveles de esta sustancia generando una sensación de bienestar, contrario a lo que pasa cuando caen los niveles de noradrenalina donde hasta la apariencia de la persona se ve mal, algo que sucede con frecuencia en enfermedades como la depresión. Este bienestar emocional, el sentirse bien realmente, tiene efectos importantes en varios sistemas de nuestro cuerpo, uno que llama la atención es el sistema inmune. Se ha dado cuenta que las personas que profesan una fervientemente una religión, hacen Tai-chi, yoga, o meditación tienden a enfermarse menos y a vivir más años, no es de a gratis.

Un estudio hecho en 1991 mostró este efecto; el Dr. Robert Zacharie junto con sus colaboradores evaluaron durante un periodo de diez días a personas sanas a quienes les dieron una hora diaria de imaginería guiada, una técnica psicológica donde el terapeuta va conduciendo a la persona a un estado de relajación por medio del entrenamiento de la imaginación, en particular pidiendo a las personas que se imaginaran que su sistema inmune llegaba a ser muy fuerte. Al comparar la composición de la sangre antes y después de esta técnica, se encontró que los linfocitos, un tipo de células que nos defienden de enfermedades importantes incrementaban su capacidad y resistencia.

Esto sugiere que estas técnicas tienen efectos benéficos en la habilidad de nuestro cuerpo para defenderse y sirvió de base para tratamientos psicológicos de enfermedades como el cáncer o la diabetes, sin dejar de lado los tratamientos médicos. Así, el sistema inmune se coloca como unos de los principales actores del sentirse bien, particularmente unas sustancias llamadas citoquininas proinflamatorias. Estas sustancias son producidas por los macrófagos, las primeras células en asistir cuando hay alguna clase de infección y son las responsables en indicarle al cerebro la sensación de “estar enfermo”. De esta forma, si estas sustancias se inyectan en el cuerpo, aun cuando no hay infección, la persona se sentirá enferma.

Pero si se bloquean, aunque si haya algún agente patógeno haciendo de las suyas en nuestro cuerpo, la persona de sentirá bien. Esta comunicación molecular nos permite comprender lo fuerte de la interacción mente-cuerpo; esta relación fue dividida por Descartes en la filosofía occidental siglos atrás. En comparación, las culturas orientales jamás hicieron esa división, es por eso por lo que el equilibrio está presente recurrentemente en su filosofía, por ejemplo, el famoso Ying y el Yang que son energías opuestas pero complementarias a la vez, que dan vida al universo y todos los patrones de la persona. En ese sentido, el pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo, como una conciencia que es dinámica, cambiante, en transformación constante. Antes se pensaba que tener bienestar era tener salud, es decir el no estar enfermo. Hoy en día se reconoce que el estar sano implica un equilibrio en tres áreas: lo biológico, lo psicológico y lo social.

Esto significa que el sentirnos “mal” se puede llegar a considerar hasta una enfermedad. Hay personas que descalifican o minimizan sus méritos aun cuando hacen las cosas de una forma adecuada, pero no se aceptan a sí mismos. Aquí lo importante es la aceptación en múltiples aspectos, y en una primera instancia del pasado. Muchas personas se lamentan de lo que les ha sucedido en su historia de vida, e inclusive tienen un enojo encerrado por ello. En este sentido, para poder seguir adelante debemos aceptar lo que hay atrás, que es algo que forma parte de nuestra vida, que nos cambió probablemente pero no nos detendrá en un futuro.

Aceptar no es olvidar, simplemente es asimilarlo como parte de uno y que podemos tener el control de lo que sucederá a futuro. El aceptarse a sí mismo implica conocerse a uno mismo, no tan sólo ver qué hacemos mal, sino reconocer lo que hacemos bien, lo que hemos superado y los éxitos que hemos tenido. No todo puede ser malo. El que aprendamos a reconocer nuestro deseo de mejorar es una clave importante para nuestro desarrollo. La sensación de bienestar en gran medida se genera cuando podemos tener la seguridad y control de nosotros mismos junto con el medio que nos rodea, pero recordemos que ambos son cambiantes, dinámicos y no siempre estaremos en equilibrio. Lo que si debemos es buscar dicho equilibrio.

Otra capacidad importante es la perdonar, tanto a uno mismo como a los demás, cuando hay un enojo muy grande el cerebro, en particular el lóbulo frontal, no deja de darle vueltas al asunto y de esa manera se puede generar una idea obsesiva e incontrolable, que no nos deja en paz. No sentir culpa es otro aspecto importante del bienestar y su alternativa es fácil: la responsabilidad. Cuando nos sentimos culpables se genera una sensación paralizante de insatisfacción, que no nos permite llevar a cabo las tareas cotidianas. En cambio, cuando nos sentimos responsables se tiene la capacidad de reconocer el daño y buscar su recuperación.

Hay personas que pueden estar por años aletargados por la culpabilidad sin tratar de tomar acción acerca del daño hecho a una persona o a sí mismo. En la práctica científica hay una regla importante: el principio de parsimonia; esto significa que cuando las cosas tienen múltiples explicaciones siempre busquemos la más sencilla, no nos agobiemos por tratar de explicar todo, a veces las cosas no están en nuestro control, pero eso no significa que estemos condenados.

Aquí hago algunas recomendaciones prácticas que cualquier persona puede hacer para encontrar su bienestar emocional:

  • Tenga relaciones sanas. Sea tolerante con los demás, escuche y valore las opiniones para emitir un juicio antes de anticiparse a hechos que solamente generarán enojos.
  • Sea empático, póngase en los zapatos de los demás, muchas veces ayuda para comprender por qué se tomaron decisiones y al mismo tiempo, nosotros poder comprender la situación.
  • Tenga una familia y amigos cercanos, el poder compartir los problemas, desahogar lo que nos angustia nos permite ver las cosas desde otra perspectiva, así la forma en responder a un problema será quizá la más adecuada.
  • Haga ejercicio o busque una actividad física que le agrade, eso favorece la producción de endorfinas y noradrenalina que son sustancias cerebrales que nos hacen sentir bien y tolerar más el dolor físico y psicológico.
  • Antes de enojarse pregúntese ¿vale la pena enojarme por esto? Mucha veces nos enojamos por cosas muy pequeñas o que no tenemos por qué enojarnos. El tener esta emoción cansa, desgasta nuestra energía, no garantiza que las cosas sean diferentes y nos lleva a lugares que no queremos. El rencor es una calle sin salida.

Y recuerde algo sumamente importante, no pierda la capacidad de ser feliz: a veces por la dinámica de lo cotidiano parece como si estuviéramos atrapados en un laberinto sin salida y no vemos las cosas que pasan a nuestro alrededor, trate de convivir con las personas que ama, de comunicar sus emociones y sentimientos de nuevas maneras haga las cosas que le gustan, muchas veces son esas pequeñas cosas las que nos hacen sentirnos “bien”.